DIVULGACIÓN CIENTÍFICA

“El cambio profundo de nuestra relación con la naturaleza no va a ocurrir sólo de arriba hacia abajo”

Lo advierte Sandra Díaz, quien copresidió la elaboración del reciente informe del IPBES sobre el estado global de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos.


De acuerdo al informe aprobado por la séptima sesión Plenaria de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés), reunida en París entre el 29 de abril y el 4 de mayo de este año, el número de especies en extinción se acelera en todo el mundo (acercándose al millón). Esto, junto con otros síntomas de deterioro de la naturaleza, tiene potenciales graves consecuencias para la humanidad. El informe fue compilado y recopilado por 145 expertos de todo el mundo y contó con la colaboración de otros 310 autores.

Sandra Díaz, investigadora superior del CONICET en el Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV, CONICET-UNC), quien copresidió la evaluación presentada hace dos semanas en la capital francesa –junto al científico alemán, Josef Settele y al brasilero estadounidense, Eduardo Brondízio-, y destinada a los tomadores de decisiones en todos los niveles, considera que todavía se está a tiempo de torcer la tendencia actual hacia un deterioro generalizado de la naturaleza.

¿Cuáles son las conclusiones fundamentales que se pueden  extraer del último informe del IPBES?

Los mensajes fundamentales son bastante claros: Primero: hay un deterioro generalizado de la naturaleza, o sea de la trama de la vida sobre la tierra, incluyendo la biodiversidad y los ecosistemas. Segundo: dada la estrecha dependencia de todos los aspectos de la vida de los seres humanos con la naturaleza, esto significa un deterioro inminente de nuestra calidad de vida, acentuándose en las próximas décadas en la medida que las tendencias socioeconómicas, de consumo y de uso de la tierra a nivel global continúen como hasta ahora.

¿Qué recomendaciones se desprenden del mismo?

 Lo que muestra el informe es que, si bien las tendencias futuras son realmente preocupantes si continuamos con las tendencias actuales, estamos a tiempo de torcer esas trayectorias hacia futuros más sustentables. Pero esto requiere cambios transformadores, profundos, no sólo a nivel de tecnología y medidas de protección de especies, sino cambios a nivel de los factores económicos, sociales, institucionales y políticos que subyacen a las tendencias de deterioro que estamos viendo. Y para poder hacerlo a tiempo hace falta empezar inmediatamente.

¿A quiénes están destinadas fundamentalmente estas recomendaciones? ¿Tienen la expectativa de ser escuchados por los tomadores de decisiones?

Técnicamente lo que nosotros ofrecemos son opciones, para que los distintos actores sociales las consideren. Las opciones están destinadas a los tomadores de decisiones a todos los niveles: los organismos y tratados internacionales, los gobiernos nacionales, los gobiernos a escala más regional y local. Y también hay opciones para las organizaciones sociales, los educadores, el sector privado. Lo que es claro es que, si bien la responsabilidad mayor le cabe a los gobiernos, porque son los que tienen la mayor capacidad de agencia, el cambio profundo en la trayectoria de nuestra relación con la naturaleza no va a ocurrir sólo con cambios de arriba hacia abajo. Es imprescindible que también haya voluntad y presión de abajo hacia arriba, o sea a nivel de ciudadanos y sus organizaciones. La gente común alrededor del mundo tiene mucho que perder si las tendencias continúan. Y los sectores más vulnerables son los que más tienen que perder. Hay muchos derechos relacionados con nuestro vínculo con un ambiente saludable y con la posibilidad de gozar de una relación significativa con la naturaleza. La gente ni siquiera toma conciencia de que los tiene, porque no están suficientemente visibilizados.

En relación al aumento de las especies en extinción: ¿cómo podría afectar a la humanidad la pérdida de biodiversidad?

El aumento de la tasa de extinción a nivel global captura la atención de los medios y es correcto que lo haga, porque una vez que una especie desaparece de la faz de la tierra no tenemos forma de traerla de nuevo. Pero en realidad es un síntoma más del deterioro de todos los aspectos de la naturaleza: los ecosistemas se están reduciendo en superficie, se están simplificando y haciendo cada vez más parecidos unos a otros. La diversidad de variedades de plantas cultivadas y animales domésticos adaptados a condiciones locales también se está reduciendo. Incluso estamos interfiriendo con el proceso de la evolución. Hay casos de evolución contemporánea, o sea cambios evolutivos a la escala de décadas o años, en una gran variedad de microorganismos, plantas y animales, como resultado de la fuerte presión de selección de las actividades humanas.

Todo esto trae consecuencias importantes para nosotros. Dependemos todos los días de las llamadas contribuciones de la naturaleza para la gente. Estas contribuciones pueden ser predominantemente materiales, como alimento, fibras, y combustibles. También hay contribuciones de la naturaleza que pasan por la regulación de procesos importantes en la base de nuestra subsistencia y nuestras economías, como la fertilidad sostenida de los suelos, la purificación del agua y el aire y la polinización de muchos cultivos. Y finalmente la naturaleza brinda una serie de contribuciones no materiales, que tienen que ver con el goce estético, la inspiración, el sentido de identidad y arraigo. Estos, aunque más sutiles, son extremadamente importantes para el bienestar. En la medida que la naturaleza se deteriora, vamos perdiendo estas contribuciones. Es importante tomar conciencia que no estamos separados de la naturaleza, aunque vivamos en el piso 50 de una ciudad capital y no tengamos ni una maceta en el balcón. Estamos íntimamente ligados a la trama de la vida, tanto en las contribuciones que recibimos de ella como en nuestros impactos, que a veces se sienten en lugares remotos, sin que nos demos cuenta. Por eso, el deterioro de la naturaleza nos aleja cada vez más de un futuro justo y sustentable.

¿En qué medida la disminución de la diversidad obedece a causas antrópicas?

Las causas principales en las últimas décadas, desde los 70, que es el período comprendido en el informe, son todas claramente antrópicas.

¿Es el diagnóstico igualmente crítico para todos los continentes?

Todos los continentes están afectados, pero las tendencias actuales y sobre todo las proyectadas para las próximas décadas son mucho más severas para los trópicos, para el ártico, y para muchas zonas de América Latina, Asia y África. Se podría decir que están más concentradas en el llamado Sur Global. Lo interesante y preocupante es que factores como cambio en el uso de la tierra, cambio climático, contaminación, etc. no actúan por separado, se sinergizan y producen efectos no lineales. En algunos casos un factor compensa a  los demás, pero frecuentemente se potencian para peor. Un caso icónico son los arrecifes de coral: pueden sobrevivir y adaptarse en cierta medida a aumentos de temperatura, a la acidificación de los océanos o a la contaminación, pero no pueden tolerar todos estos impactos a la vez.

¿Considera que queda margen para ser optimistas en cuanto a las posibilidades de revertir la tendencia actual en lo que se refiere a biodiversidad?

Creo que tenemos que ser optimistas porque no hay otra salida. La evidencia que logramos reunir en el informe, proveniente de muchos campos diferentes del conocimiento, muestra claramente que no podemos seguir en las misma trayectoria. Claramente este camino, estos modelos, estas narrativas sociales que están impulsando las trayectorias, no llevan a un futuro justo y sustentable. Somos conscientes de que los caminos alternativos están lleno de dificultades y resistencias, pero en otro momentos de  la historia han ocurrido algunos cambios para bien, que antes de que se concretaran aparecían como altamente improbables. Hay una frase conocida, casi un lugar común, que dice “seamos realistas, hagamos lo imposible”. Me parece que se aplica a este caso.

Por Miguel Faigón