CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

Consumos problemáticos: Conocer los motivos para identificar grupos de riesgo

En la Semana Provincial de la Prevención del Consumo de Drogas, científicas del CONICET Córdoba reflexionan sobre los aportes de las investigaciones psicológicas en conductas adictivas.


Grupo de Investigación en Conductas Adictivas durante el Desarrollo (IIPsi, CONICET-UNC).

Entre el 26 de junio y el 2 de julio de 2023, el Ministerio de Salud de Córdoba, a través de la Secretaría de Prevención y Asistencia de las Adicciones, llevará adelante la 7° edición de la Semana Provincial de la Prevención del Consumo de Drogas. Instituida mediante la Ley 10.610, la iniciativa se enmarca en el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico Ilícito de Drogas, que se conmemora cada 26 de junio por decisión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

En ese marco, Angelina Pilatti y Yanina Michelini, científicas del CONICET en el Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIPsi, CONICET-UNC), comparten los más recientes avances y potenciales contribuciones del Grupo de Investigación en Conductas Adictivas durante el Desarrollo, que dirigen conjuntamente.

“El principal objetivo de nuestro grupo, que ya tiene 10 años de funcionamiento, es estudiar los factores que aumentan la probabilidad de presentar conductas de consumo problemático entre personas en distintas etapas del desarrollo (niños/as, adolescentes y jóvenes). Comenzamos estudiando el consumo de alcohol y, con el tiempo, incorporamos otras sustancias (tabaco y marihuana), además de otras conductas potencialmente adictivas como el uso de redes sociales y videojuegos, o de alimentación”, introduce Pilatti.

Además de sus proyectos propios, las especialistas participan en el equipo internacional Cross-Cultural Addictions Study Team (CAST), creado en 2015 por el psicólogo Adrián J. Bravo (Universidad William & Mary, EE.UU.) con la idea de convocar científicos/as de países con contextos socioculturales diferentes a los que tradicionalmente se ven representados en las investigaciones norteamericanas. “El CAST lleva adelante estudios sobre comportamientos adictivos en estudiantes universitarios de diferentes países, bajo la premisa de evaluar si estas conductas se expresan de manera diferente o similar, y si las variables que las explican mantienen su correlación en los distintos contextos o si hay relaciones entre variables y conductas que se observan en algunos lugares pero en otros no. Desde 2015, nuestro equipo participa recolectando datos de jóvenes de Argentina”, comenta Pilatti.

Por su parte, Michelini destaca: “La finalidad última es obtener información que permita identificar cuáles subgrupos de jóvenes tendrían mayor riesgo de desarrollar consumos problemáticos, sobre todo en la etapa universitaria, y discernir si estos exhiben características particulares de personalidad o del manejo de sus emociones que estarían asociadas con conductas adictivas. Poder identificar grupos de riesgo, a su vez, permite pensarlos como potenciales focos de intervención para prevenir o reducir los problemas asociados”. Sin embargo, Pilatti acota: “Hablamos de fenómenos probabilísticos. No quiere decir que alguien que reúna determinadas características sí o sí tendrá problemas con las sustancias, ni que alguien que nunca experimentó ciertos factores de riesgo esté exento de involucrarse en recorridos de consumo problemático”.

Motivos para consumir: entendiendo el nexo entre la cultura y las conductas individuales

El individualismo y el colectivismo son dos orientaciones culturales principales que disponen los modos en que las personas o los grupos se definen en su relación con los demás. Aunque un grupo puede exhibir determinados patrones culturales, estos no están uniformemente distribuidos y pueden observarse diferencias a nivel individual. Estas pautas influyen en las conductas individuales y, según numerosas investigaciones, sobre las conductas de consumo. Los resultados sugieren que mayores niveles de individualismo se asocian con mayor consumo de sustancias, en tanto que el colectivismo muestra, en algunos casos, efectos protectores.

En un trabajo producido recientemente por Pilatti en colaboración con el CAST, se aplicó este modelo para explicar el consumo de alcohol en estudiantes universitarios/as de EE. UU., Canadá, España, Uruguay, Argentina, Sudáfrica e Inglaterra. Evitando clasificar a priori los países como ‘individualistas’ o ‘colectivistas’, el estudio examinó la relación entre los patrones de orientación cultural a nivel individual y el consumo de alcohol, conectados por intermedio de los motivos de consumo. “Los motivos son las ‘razones’ o incentivos que conducen a alguien a involucrarse en determinados comportamientos, por los beneficios diferenciales que estos tendrían frente a otros incentivos disponibles”, desarrolla la autora.

Dentro del campo de investigación del consumo de alcohol, los motivos se clasifican por su valencia, según si la persona perciba que consumir incrementará su bienestar (valencia positiva), o que reducirá su malestar (valencia negativa), y por su fuente, es decir, si la motivación proviene del interior de la persona o del entorno social. A partir de esta clasificación, se han planteado cuatro tipos de motivos para consumo de alcohol: de afrontamiento (internos, para disminuir el malestar), de conformidad (externos, para ajustarse a las presiones del grupo de pares), sociales (externos, para facilitar la interacción social y pasarla bien), y de animación (internos, para aumentar el bienestar y la euforia que ya siente).

“Estos motivos se relacionan de forma diferencial con el tipo de consumo y con los problemas asociados. Se ha visto que los consumos por motivos de afrontamiento del malestar se asocian a modalidades de consumo más problemáticas que suelen realizarse en solitario por personas que no encuentran mejores maneras de lidiar con circunstancias adversas (por ejemplo, por un déficit en herramientas de regulación emocional). Las personas con este tipo de motivaciones para el consumo están más expuestas a sufrir problemas severos, en comparación con alguien que bebe alcohol por motivos sociales. En el segundo caso, quizás pueda asociarse al consumo en mayores cantidades, aunque no suele traducirse en consecuencias negativas severas”, explica Pilatti.

“Los motivos de conformidad -prosigue la especialista- pueden tener una relación con el consumo negativa o inexistente, pero sí tienen relación con las consecuencias negativas. Además, estos motivos pueden presentar diferencias culturales. En nuestro trabajo vimos que los/as universitarios/as de Argentina y de España muestran niveles menores de consumo por motivos de conformidad que aquellos/as de países con tradiciones típicamente individualistas y verticalistas. Esta diferencia quizás sea porque la presión social para consumir alcohol es más marcada antes de la etapa universitaria y, a esa altura, la gran mayoría ya consume de manera regular”.

Los resultados de esta investigación representan una valorable contribución a las políticas públicas de prevención e intervención sobre conductas adictivas que tienen alto coste en el sector sanitario y el socio-productivo. Como apunta Pilatti: “Encontramos que la mayoría de las correlaciones entre las variables medidas fueron constantes a lo largo de los países estudiados. Esto ya se había observado en trabajos previos. La implicancia es que, si algún tipo de intervención ha sido exitoso en otros países como EE.UU., podría pensarse en aplicarlo en contextos diferentes. Es decir, que estaríamos identificando ciertos fenómenos ‘universales’ entre los motivos y los consumos de alcohol”.

Otro artículo del equipo, publicado este año en la revista Addictive Behaviors, se enfocó en evaluar si un instrumento utilizado para medir motivos de uso de videojuegos es equivalente en distintos países. “El abordaje psicométrico que aplicamos en las investigaciones del CAST requiere la adaptación de los instrumentos de medición (cuestionarios), que muchas veces fueron generados para otras poblaciones, analizando en qué medida se ajustan a las poblaciones de nuestro interés; ya sea por la edad, el lenguaje y/o el contexto sociocultural”, señala Michelini, quien es la primera autora del trabajo.

“En los últimos tiempos ha ido incrementando el uso de videojuegos y, si bien la mayoría juega con fines recreativos, hay cierto porcentaje que exhibe un uso problemático, muchas veces asociado a motivos de afrontamiento. De allí la importancia de determinar los motivos por los cuales las personas hacen uso de los videojuegos, para poder diferenciar grupos con mayor o menor probabilidad de desarrollar problemas asociados. Este trabajo representa un avance importante hacia una medición más precisa de esas variables en diferentes poblaciones. Porque si el cuestionario no es interpretado de igual manera por los participantes de distintas nacionalidades, no puede asegurarse que las diferencias observadas sean reales o el producto de un sesgo metodológico”, acota Pilatti.

“Las diferencias en el uso de videojuegos que se encontraron entre países individualistas y colectivistas se ven principalmente en los motivos de afrontamiento. En sociedades individualistas, hay una relación más fuerte entre los motivos de uso por afrontamiento y las consecuencias negativas. Esto tiene lógica, ya que en países donde se prioriza el desarrollo individual hay menos apoyo social para que los jóvenes enfrenten situaciones difíciles, por lo que acuden al uso de videojuegos como una estrategia desadaptativa para reducir el malestar. Por el contrario, cuando hay mayor asistencia por parte del grupo de pertenencia, esto funciona como factor protector contra modalidades problemáticas de consumo”, reflexiona Michelini.

Y añade: “Sistemáticamente hemos observado, tanto en consumo de sustancias como en uso de videojuegos, que los motivos de afrontamiento cumplen un rol mediador entre otras variables relacionadas con consumo problemático, como el manejo ineficiente de las emociones, problemas de salud mental (depresión, ansiedad) o rasgos de personalidad vinculados con inestabilidad emocional. Jóvenes que tienen mayores niveles de rasgos desadaptativos usan con mayor frecuencia el alcohol por motivos de afrontamiento”.

Recientemente, el Grupo de Investigación en Conductas Adictivas durante el Desarrollo está indagando a nivel local sobre una modalidad de consumo simultáneo de alcohol y marihuana (SAM), donde los efectos de ambas sustancias se superponen. “Este tipo de consumo, comparado con consumir por separado, se asocia a un consumo de alcohol y de marihuana en mayores cantidades, así como a mayores problemas derivados (relaciones sexuales inseguras, conducción de vehículos bajo los efectos de sustancias, peleas físicas u otras conductas agresivas). Por eso hay un interés por estudiar no sólo cuánta gente realiza consumo SAM, sino también qué factores permiten diferenciar perfiles de consumo, y cuáles de ellos tienen mayor impacto en las consecuencias negativas”, declara Pilatti.

“En estudios realizados por el CAST con universitarios/as de distintos países, más del 50% de los/as estudiantes reportó consumir ambas sustancias y, dentro de ese grupo, la mayoría manifestó al menos un episodio SAM en el mes previo. Argentina se encuentra entre los países con mayor ocurrencia de consumo SAM; sin embargo, no parece haber diferencias significativas con el resto de los países. Más allá de esto, aunque varíe el porcentaje de personas que se involucran en esta modalidad de consumo, quienes lo hacen tienen un perfil de consumo similar en los distintos países: ingieren más alcohol y marihuana, y tienen más problemas asociados. O sea que, nuevamente, se observan tendencias globales en los fenómenos de consumo”, concluye la investigadora.

Las conductas adictivas no distinguen por género

Algo que las especialistas remarcan es que, aunque en una muestra aleatoria pueda ser mayor el porcentaje de varones que consumen una sustancia (alcohol o marihuana) o que juegan videojuegos, los patrones de consumo y el efecto de las variables asociadas a dicha conducta son similares para ambos géneros.

En esa línea, Michelini expresa: “Desmitificando los comportamientos potencialmente adictivos, no hay grandes diferencias por género en los fenómenos. Lo que pasa es que tradicionalmente se estudiaban en población adulta, en la que solía haber mayor diagnóstico de trastornos por abuso de alcohol en varones que en mujeres -porque estas no accedían de igual forma al diagnóstico y tratamiento-. Los cambios sociales de los últimos tiempos han permitido visibilizar la prevalencia de conductas adictivas en mujeres. En la población joven con la que trabajamos, las diferencias por género que en algún momento pudieron observarse se han ido disipando”.

Esto implica que los programas de tratamiento deberían cubrir todo el espectro de la población, procurando ofrecer mayor accesibilidad a las personas bajo condiciones de vulnerabilidad. “Distintos estudios, entre ellos uno en el que participamos recientemente, muestra que las personas que presentan menores tasas de asistencia a tratamiento son principalmente mujeres, con mayor número de hijos/as y sin empleo. Estas mujeres podrían beneficiarse de programas de tratamiento integrados y terapias motivacionales individualizadas de asistencia al tratamiento”, proponen ambas especialistas.

Referencias bibliográficas:

Michelini, Y., Ibáñez, M.I, Pilatti, A., Bravo, A.J., López-Fernández, F.J., Ortet, G., Mezquita, L., Cross-Cultural Addictions Study Team (CAST). (2023). Motives to play videogames across seven countries: Measurement invariance of the Videogaming Motives Questionnaire. Addictive Behaviors, 140. https://doi.org/10.1016/j.addbeh.2023.107624

Pilatti, A., Klein, N. D., Mezquita, L., Bravo, A. J., Keough, M. T., & Pautassi, R. M. (2022). Drinking Motives as Mediators of the Relationship of Cultural Orientation with Alcohol Use and Alcohol-Related Negative Consequences in College Students from Seven Countries. International Journal of Mental Health and Addiction, 1–20. https://doi.org/10.1007/s11469-022-00789-y