Día Internacional de la Mujer

Ciencia y familia: un desafío posible

En la ciencia argentina la mujer tiene un lugar muy importante. En Córdoba el INIMEC y su vice directora, Laura Vivas, son una muestra de ello.


Dra. Laura Vivas. Foto: CCT CONICET Córdoba      

El Día Internacional de la Mujer es una de esas fechas que invita a reflexionar y recuerda cada año una situación que necesita ser revertida. El avance es innegable: hace apenas 60 años las mujeres no podían votar, percibían salarios inferiores a los hombres, su lugar natural era el hogar y su rol el cuidado de la familia. Sin embargo, aún falta mucho por hacer.

La violencia y la desigualdad de género interpelan a gobiernos y también a las sociedades como una materia pendiente en la construcción de un mundo más justo. El sistema científico no es ajeno y, si bien Argentina es considerada un ejemplo en equidad de género en esta área, aún tiene sus desafíos.

En esta entrevista Laura Vivas, investigadora principal del CONICET en el Instituto de Investigación Médica Mercedes y Martín Ferreyra (INIMEC, CONICET–IMMF-UNC), cuenta sus vivencias. No sólo ha avanzado ha llegado a uno de los escalafones más altos de la carrera del investigador científico, sino que, además, ha ocupado el cargo de vice directora de su instituto durante los últimos nueve años. Por su parte, el propio INIMEC es un claro ejemplo del avance: cuenta con 15 becarias de un total de 23; 16 investigadoras de 30 y 12 mujeres de 17 integrantes que compone el personal administrativo y de apoyo.

¿Cómo fue tu trayectoria?

Egresé de Biología en 1983 y empecé a trabajar en el INIMEC haciendo mi tesis del Doctorado en Biología. Luego realicé un postdoctorado en Australia. Para ese entonces ya estaba casada, tenía un hijo y allá quedé embarazada por segunda vez.

 ¿Cómo se conjuga tener una familia y ser científica?

Yo pude avanzar en mi carrera sin abandonar mi otro objetivo que es tener una familia porque mi marido dejó lo que tenía acá para acompañarme cuando me fui a Australia. Y después siempre me apoyó de manera incondicional. Para mí lo afectivo siempre fue un pilar y pude mantener el equilibrio entre eso y mi pasión por la ciencia porque tengo una pareja en la que todo se comparte: el cuidado de los hijos, las tareas del hogar, el trabajo. Y aunque eso no es fácil de conseguir, se puede. Están dadas las condiciones para que, quienes así lo desean, puedan tener una familia y desarrollarse como científicas.

 ¿Te sentiste discriminada por ser mujer?

Si. En el inicio recuerdo haber recibido burlas, hasta desprecio e incluso me sentí objetualizada en algunas situaciones. Inclusive llegaron a dudar de mi capacidad para liderar un equipo, de mi carácter, por no responder a los estilos de autoridad que se acostumbraban en esos momentos: fuerte, tosco, distante.

¿Hay algún caso que recuerdes particularmente?

El más notorio fue cuando quise comenzar a trabajar en este instituto. Había una lista de los laboratorios que buscaban becarios y todos especificaban que el postulante debía ser varón. Sólo un grupo admitía mujeres y, coincidentemente, era el único dirigido por una investigadora, que se convirtió en mi directora: Ema Chiaraviglio. Eso es impensable hoy, hay legislación que lo impide y las cosas han cambiado a nivel cultural.

¿En Australia?

Yo era la única mujer entre cinco varones, pero siempre fueron más sutiles. Ya había legislación y antecedentes de denuncias en el país, entonces el trato era más prudente. Sin embargo sí viví una experiencia muy fea: en una colaboración con un investigador inglés no pude participar porque este último no lo permitió.

¿Y en general la comunidad científica?

Hay un aspecto positivo y uno negativo de ser mujer. La parte negativa es que las mujeres siempre estamos siendo evaluadas en cosas que en los hombres se dan por hecho. Pero del lado positivo los hombres son muy competitivos y destructivos entre ellos, sin embargo a las mujeres –no sé si por una desvalorización o por respeto- nos tratan con más delicadeza, la agresión es menor.

¿Cómo se enfrentan estas adversidades?

Con una alta autoestima que no permite que me afecte. No le doy importancia, me río o respondo con ironía. Trato de no enfrentarme directamente –en general- y nunca recurro a la agresión. Y fundamentalmente siempre puse todo mi tiempo y energía en mis objetivos, sin desgastarme prestándole atención a otras cosas.

¿Cómo se llegó de esa situación inicial a que seas electa vicedirectora del instituto?

En primer lugar creo que tuvo que ver con mi persistencia, con la pasión con la que hago mi trabajo, eso me legitimó a nivel individual. A nivel general, la visión de la sociedad ha ido mutando y las leyes acompañan y promueven ese cambio. Después, en el instituto, hace aproximadamente 10 años hubo un recambio generacional que, acompañado por el cambio cultural general, provocó que dejara de importar el género y primaran cuestiones académicas.

¿Qué pueden aportar las mujeres a la ciencia?

Estilo femenino de liderazgo. El buen trato en el día a día es fundamental. Si uno desarrolla sus tareas en un ambiente ameno, cordial, respetuoso, relajado, donde hay libertad y cariño, el resultado va a ser mucho mejor. Eso es lo que traté con mis tesistas y lo aprendí de mi propia directora, el apoyo es indispensable en el desarrollo de las potencialidades. Y creo que probablemente estas características tengan que ver con el ser mujer –aunque lógicamente no todas las mujeres las tienen y no todos los hombres carecen-.

¿Cuáles son los desafíos?

Las mujeres ya no tenemos que demostrar nada en lo académico. Nuestro reto es aportar lo que somos sin imitar a los hombres, encontrar el propio modo con nuestra afectividad. Y que eso no implique una resignación personal. Por su parte, el sistema científico a nivel normativo y formal hoy favorece la igualdad. Lo que hay que seguir mejorando son las cuestiones a nivel interpersonal y algunas costumbres que persisten en hombres y en mujeres, como en cualquier otro ámbito.

Laura Vivas es neurofisióloga e investigadora principal del CONICET. Es una importante referente en el estudio de los circuitos cerebrales y mecanismos neuroquímicos que participan en el control de la homeostasis hidroelectrolítica y cardiovascular. Realizó sus estudios de grado y posgrado en la Universidad Nacional de Córdoba y de posdoctorado en la Universidad de Melbourne, Australia. En la actualidad desempeña sus actividades científicas en el Laboratorio de Balance Hidrosalino e Hipertensión del Instituto de Investigación Médica Mercedes y Martín Ferreyra (INIMEC-CONICET-UNC) y es docente en la Escuela de Biología de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad Nacional de Córdoba.

 

Por Mariela López Cordero- CCT Córdoba