DÍA DEL INMIGRANTE

Migraciones y migrantes en Argentina en el siglo XXI

Los inmigrantes sufren subordinación y discriminación asociadas a un sentido común social, político y mediático que los percibe como ilegítimos.


Imagen: Jeremías Di Pietro, CCT Córdoba

 Por María José Magliano * y María Victoria Perissinotti **

 

Desde el año 1949, cada 4 de septiembre se festeja en Argentina el “Día del Inmigrante”. Si bien consideramos que este tipo de efemérides suelen aplanar y estancar una diversidad de realidades, creemos también que pueden resultar útiles para reflexionar. En este caso, el “día del inmigrante” nos invita a pensar sobre las presencias migrantes en la Argentina de nuestros días y a preguntarnos por sus formas de exclusión, así como sus posibilidades de acceso a derechos.

Como punto de partida, es siempre necesario resaltar que, al hablar de migraciones y de migrantes, inevitablemente estamos haciendo referencia al Estado y a sus lógicas de clasificación: una persona se “convierte” en migrante sólo cuando cruza la frontera jurídico-administrativa de un Estado-nación. En ese sentido, las distintas barreras que limitan y condicionan el acceso a derechos para los y las migrantes no pueden ser comprendidas si no se coloca en el centro de escena al Estado, a través de sus prácticas y políticas.

Los resultados de nuestro trabajo de campo con migrantes de la región sudamericana que viven en la ciudad de Córdoba muestran que, día a día, estos varones y mujeres se ven expuestos a distintas formas concretas de exclusión. O, tal como sugieren Mezzadra y Neilson (2016), de “inclusión diferencial”. Esto supone que, en el ejercicio efectivo de sus derechos, las personas migrantes suelen estar sujetas a diversos grados de subordinación y discriminación basados en la creencia de sentido común que supone que los extranjeros no serían sujetos de derecho. Los trabajos a los que acceden, los lugares que habitan, las dificultades de moverse por una ciudad cada vez más desigual y las imposibilidades de acceso a servicios básicos de salud y educación muestran las implicancias que esa “inclusión diferencial” supone para la vida cotidiana de estas personas.

Por un lado, la población migrante que llega de la región sudamericana (y no solo de ese origen) presenta modalidades de inserción laboral específicas que se distinguen por una fuerte concentración en el sector informal del mercado de trabajo y por un patrón de inserción en algunas ramas de actividad precarizadas. El trabajo doméstico y de cuidados, la construcción, el trabajo textil, la venta ambulante y la producción frutihortícola son algunas de las principales inserciones laborales en la ciudad de Córdoba. Todas ellas están fuertemente marcadas por la informalidad, la inestabilidad y la precariedad.

A la segregación laboral se suma también la segregación espacial: la gran mayoría de los y las migrantes que arribó en las últimas décadas a Córdoba y a otras grandes urbes argentinas se concentró en las zonas menos favorecidas, ubicadas en las periferias de las ciudades y que presentan serios déficits en términos de infraestructura, hábitat, transporte y servicios. La concentración urbana de migrantes regionales en espacios socio-segregados, actúa entonces sobre sus posibilidades de circulación y pone de relieve las múltiples fronteras que se levantan al interior de las ciudades.

Por otro lado, desde el año 2014 —y con mayor intensidad, desde el año 2016—, presenciamos una profundización de un discurso estatal que asocia inseguridad y migración, y que enfatiza la necesidad de una mayor eficiencia sobre los controles requeridos para el acceso a la radicación. La sanción del DNU del 30 de enero del 2017 (que busca acelerar los procesos de deportación de extranjeros y extranjeras y ampliar las causas que impiden su ingreso al país), cristaliza este discurso estatal y habilita la re-emergencia y legitimación de miradas xenófobas en la prensa y la opinión pública, tal como hemos presenciado a comienzos del corriente año.

La proliferación de estos discursos conlleva transformaciones profundas en el modo en que los y las migrantes se vinculan con la sociedad de destino en su conjunto y con los espacios por los que transitan. En particular, lleva a la población migrante a percibir los ámbitos estatales y a sus agentes como espacios y sujetos hostiles ante los cuales deben demostrar su “honestidad” y el “aporte” que realizan a la sociedad de destino.

Aquello que la reemergencia de estos discursos nos hace notar entonces es que, por más que en determinados momentos socio-históricos las barreras que se levantan al interior de los Estados se vuelven más porosas (mientras que, en otros, se tornan casi infranqueables), lo que se mantiene es la visión política de “ilegitimidad” que recae sobre ciertas presencias migrantes. Visión que, en contextos de crisis, se traduce en formas de criminalizar esa presencia, asociándola al delito y la inseguridad, y convirtiéndola en “chivo expiatorio” de las problemáticas que enfrenta la sociedad. Es ahí cuando aparece el ya viejo discurso de que los y las migrantes “quitan” el trabajo de los argentinos y usan y abusan de los recursos del Estado. Es el mismo discurso que enfatiza que solo vienen a “delinquir” y que inundan las cárceles, convirtiéndose en un costo más para el Estado de destino.

Es en contra de estas visiones —sobre las cuales, quizás, no esté de más recordar que no tienen ningún sustento empírico— que algunas agrupaciones de migrantes han comenzado a levantar banderas de lucha y reivindicación, recordando, entre otras cosas, que ningún ser humano es ilegal y que migrar es un derecho constitucionalmente resguardado. Es también en contra de este sentido común —social, político y mediático— que en un día como hoy nos interesa recordar que los y las migrantes son personas que, simplemente, nacieron en un país distinto a aquel en el que viven. Que en la Argentina del siglo XXI, así como en otras partes del mundo, los y las migrantes aún deban luchar para que ese dato deje ser determinante en sus vidas, habla no tanto de ellos como de nosotros.

* María José Magliano, Investigadora Adjunta del CONICET con lugar de trabajo en el CIECS (CONICET y UNC). E-mail: majomagliano@gmail.com

** María Victoria Perissinotti, Becaria Doctoral del CONICET con lugar de trabajo en el CIECS (CONICET y UNC). E-mail: vperissinotti@gmail.com

El CIECS (CONICET-UNC) invita a la comunidada a participar del Conversatorio "(De)construyendo ciudadanos: nación, documentación y burocracia en la República dominicana y Bolivia" a realizarse el día viernes 8 de Septiembre a las 14.30 hs en el Edificio del CIECS (Av. Valparaiso s/n)

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