CIENCIAS SOCIALES Y HUMANIDADES

La literatura como experimento filosófico

Guillermo Lariguet recibió uno de los premios Konex en el área de Ética en reconocimiento a su trayectoria en el estudio de dilemas morales.


Foto: CCT Córdoba

Guillermo Lariguet es investigador independiente del CONICET en el Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales, Unidad Asociada del CONICET, dependiente de la Universidad Nacional de Córdoba. El filósofo fue uno de los ganadores de esta edición de los premios Konex en reconocimiento a su trayectoria en el área de Ética.

Trabaja en filosofía moral y del Derecho y con 44 años es uno de los premiados más jóvenes. Sus estudios se caracterizan por mantener una doble responsabilidad: en primer lugar en cuanto a su seriedad académica y, en segundo, en lo que respecta a su compromiso político. Sus investigaciones en la actualidad se centran en “Dilemas Morales, Derecho y Literatura. Un análisis filosófico”, pero sus trabajos han transitado diversos caminos.

 

¿Cómo se cruzan el derecho, la ética y la literatura en su trabajo?

La idea general consiste en explorar, en textos literarios, cómo se presentan los dilemas morales y cómo son enfrentados por los personajes. Luego traslado esa primera exploración al análisis propiamente ético-filosófico, en base a la hipótesis de que la literatura ofrece un escenario que sustituye nuestros propios experimentos filosóficos para testear este tipo de problemas.

 

¿Cuál es el criterio de selección de los textos?

Me muevo con cierta libertad, siempre que en los textos se planteen conflictos morales interesantes. De hecho he analizado autores clásicos como Aristófanes -de la comedia griega, para examinar problemas morales en los jueces-, y también autores contemporáneos como Murakami o Graciela Gambaro, que es argentina. “Antigona furiosa”, de esta última me permitió, por ejemplo, analizar cómo Antigona es reformulada para hablar acerca de las consecuencias trágicas de la última dictadura militar y cómo intentaron ser eliminadas por el indulto en la época de Menem.

 

¿Cuáles son los ejes de análisis?

El principal es la idea de dilema moral, también a veces denominado ‘caso trágico’ cuando adquiere consecuencias negativas dramáticas, como en el caso paradigmático de la tragedia griega. La riqueza radica en que son casos que testimonian los límites de la razón. Mientras que la ética se ha presentado como suministradora de criterios racionales para resolver conflictos morales, aparecen en el escenario elementos disruptivos y se vuelven elementos fructíferos de análisis, ya que implican un reto a las argumentaciones racionales y a las teorías de fondo en las que deben basarse los juicios morales.

 

¿Cuál es su recorrido como filósofo?

Empecé haciendo filosofía del derecho. Luego por lecturas, experiencias, fui percibiendo que era insuficiente este enfoque, que no se podía ni siquiera hacer buena filosofía del derecho sin tener un buen dominio de la ética y por eso empecé a trepar a otros problemas: de meta-ética, de ética normativa y de ética aplicada.

 

¿En qué consiste la meta-ética?

Es la disciplina que hace explícitos los presupuestos epistemológicos, ontológicos, metafísicos y semánticos que subyacen a cualquier juicio moral ordinario –por ejemplo que determinada acción es correcta o incorrecta-. En esa línea me he hecho preguntas tales como ‘bajo qué condiciones determinados juicios morales son objetivos’.

 

¿Y cuál fue la respuesta?

Es una pregunta difícil de responder de una sola vez porque hay muchas concepciones sobre qué es objetivo. Hay una corriente que se conoce como realismo moral -por la cual yo tengo cierta simpatía- que propone que así como hay hechos físicos que pueden ser desentrañados de manera objetiva, también hay un conjunto de hechos del mundo, hechos morales, que me permiten corroborar si es verdad que algo es incorrecto o no. Y por lo tanto hay un criterio objetivo fuerte, que ya no es meramente intersubjetivo y es independiente de mi mente. En cambio, hay otra línea que piensa que los juicios morales son siempre subjetivos. Pareciera que no hay criterios.

 

¿Como por ejemplo?

Nietzsche es un escéptico muy conocido respecto de la objetividad moral. El primer adversario, no solo moral, que un filósofo debe enfrentar es el escepticismo. Lo primero que hay que decir es que nuestros juicios ordinarios no suelen ser escépticos. Cuando yo vine aquí sabía que mi reloj me daba una hora confiable y que el sol no iba a aparecer rodando por la calle. El escepticismo más bien es una tesis filosófica que interpela hasta qué punto es segura nuestra confianza sobre los datos que tenemos. Pero no puede decirse nada en filosofía sino se elimina el escepticismo o, por lo menos, se morigeran sus consecuencias. Porque por otra parte el escepticismo radical tiene un problema lógico del que no es fácil escapar y es que evapora cualquier criterio posible para cuestionar. Ya no se puede decir que el nazismo o la tortura, por ejemplo, son incorrectos. Se erosionan todos los parámetros.

 

¿Cuáles fueron sus trabajos en ética normativa?

Esta línea tiene que ver con el deber ser y no primariamente con lo descriptivo. Cuando me enfrento a un problema filosófico muchas veces meto los pies en el barro y, al intentar solucionarlo con argumentos, defiendo una postura normativa sobre cuál es a mi juicio la mejor forma de hacerlo. Por caso, me ocupé de la ética de los jueces: bajo qué condiciones un comportamiento judicial es ético y porqué es importante que lo sea. Si la solución que propongo a través de mi argumentación es que no podemos pensar la vida de los jueces como solamente apegadas a la satisfacción de reglas o a la maximización de las consecuencias de sus mejores decisiones sino que los jueces tienen que ser también buenas personas, estoy tomando partido por una corriente que se llama ética de la virtud y estoy haciendo filosofía normativa.

 

¿Y la tercera línea de estudio?

Es ética aplicada e intenta poner las ideas en acción. Allí realice trabajos en torno al aborto, al infanticidio, la pena de muerte y también he pensado en modelos de aplicación de normas bioéticas.

 

¿Cómo se piensa la ética en relación al contexto socio-histórico?

Los filósofos tenemos diferentes orientaciones. Yo soy de orientación analítica. Esto implica la preocupación por los conceptos, por el lenguaje, por hacer ideas claras y distintas de un problema. El análisis es predominantemente sincrónico. Se toma un concepto, por ejemplo el de daño o de derechos humanos, y puede hacerse un corte y analizarlo con relativa y cautelosa independencia del contexto. Sin embargo no necesariamente tiene que prescindirse del reconocimiento a la dimensión socio-histórica. Desde el momento mismo en que un filósofo analítico es capaz de captar los rasgos de una noción en diferentes momentos. Por otra parte, como filósofo no siempre me preocupo por problemas anclados en el pasado, sino que muchas veces escribo pensando en el presente, es decir en mi propio horizonte histórico cultural.

 

¿Y cómo es el propio horizonte de un filósofo cordobés, ganador del premio Konex?

No trabajo sólo, mi premio y otros progresos que eventualmente pueda mostrar, tienen que ver con pertenecer a una institución. Primero al CONICET, es un privilegio poder ser investigador y no ocurre en todos los países de la región. En segundo lugar al Centro de Investigaciones Jurídicas y Sociales, junto a la Facultad de Derecho de la UNC en la que dicto cursos de posgrado, aunado al hecho de mi pertenencia al Programa de “Investigación en Ética y Teoría Política” que incluye a muchos investigadores, becarios y estudiantes. Y por último, mi panorama se va completado porque aprendo mucho de mis dirigidos que son los especialistas en cada uno de sus temas de investigación.

Por Mariela López Cordero. CCT Córdoba.