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La salud como fenómeno social: el aporte de las ciencias sociales en su estudio

Natalia Tumas, investigadora del CONICET, sostiene que comprender los determinantes sociales de la salud es clave para reducir las desigualdades. Desde una perspectiva interdisciplinaria, destaca la importancia de incorporar enfoques críticos y contextualizados para abordar los problemas de salud pública.


Natalia Tumas. Foto: Cortesía Natalia Tumas

Natalia Tumas  es Licenciada en Nutrición, Magister en Salud Materno Infantil, y Doctora en Demografía. Se desempeña como Investigadora Adjunta en el Centro de Investigaciones y Estudios sobre Cultura y Sociedad (CIECS, CONICET y UNC), como Profesora Asistente en la Facultad de Ciencias Médicas de la UNC y como Profesora Titular en la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Católica de Córdoba.

“La medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina a gran escala”, afirmaba en el siglo XIX el patólogo Rudolf Virchow. La frase cobra plena vigencia en la actualidad para Tumas, quien trabaja en la intersección entre ciencias sociales y salud, abordando principalmente los determinantes eco-sociales de las inequidades sociales y de género en salud.

Para Tumas, integrar las ciencias sociales en los estudios de salud es fundamental para entender las múltiples dimensiones que inciden en los procesos de salud-enfermedad. “Las características socioeconómicas, políticas y culturales del lugar donde nacemos, crecemos, trabajamos y envejecemos, así como nuestro acceso a la educación, al dinero, al poder y a una red de contención social, tienen un gran impacto en nuestra salud”, afirma.

En este sentido, un ejemplo reciente de esta interrelación es el informe mundial sobre los determinantes sociales de la equidad en salud publicado por la Organización Mundial de la Salud (2025), que subraya cómo el lugar donde vivimos, las comunidades a las que pertenecemos, el nivel educativo y de ingresos, la etnia o raza, el género y la presencia de alguna discapacidad influyen profundamente en la cantidad y calidad de años que vivimos.

Desde una mirada crítica, la investigadora subraya la necesidad de evitar un uso meramente instrumental de las ciencias sociales, y propone en cambio una integración profunda y transversal en la mayoría de las disciplinas. “No se trata simplemente de reemplazar variables biológicas por sociales y analizarlas desde los mismos marcos biomédicos. Lo que se necesita es incorporar perspectivas teóricas y contextualizadas propias de las ciencias sociales, que amplían y enriquecen la comprensión de los determinantes y procesos de salud-enfermedad”, explica.

Esta articulación resulta aún más necesaria en el actual contexto de “policrisis”, una confluencia de múltiples crisis como el cambio climático, epidemias, desigualdades crecientes y conflictos armados. En este escenario, las ciencias sociales no solo son fundamentales como campo de conocimiento en sí mismo, sino que también deben estar integradas transversalmente en la mayoría de las disciplinas. Se necesitan miradas múltiples, es fundamental contar con equipos interdisciplinarios que incluyan sociólogos/as, historiadores/as, politólogos/as, trabajadores/as sociales, entre otros perfiles, que nos ayuden a entender qué está ocurriendo, por qué sucede y qué estrategias podrían desarrollarse para mejorar la situación. Esta articulación cobra especial relevancia al abordar problemáticas de salud.

En su trayectoria, Natalia Tumas ha liderado y participado en estudios que combinan epidemiología social y análisis de contextos sociales, urbanos y territoriales. Entre ellos se encuentran investigaciones sobre la relación entre cáncer de mama y condiciones socioeconómicas en la provincia de Córdoba. Al respecto junto con el “Grupo de Epidemiología Ambiental del Cáncer” del INICSA (CONICET y UNC), se analizó la relación entre la ocurrencia de cáncer de mama y ciertos indicadores sociodemográficos en los departamentos de la provincia de Córdoba, y se observó que a mayor pobreza la ocurrencia de estos tumores era mayor, mientras que a mayor urbanización, la incidencia era menor.

Además, durante la pandemia de COVID-19, junto al equipo “Salud, enfermedad y prácticas de curar” del CIECS (CONICET y UNC), se llevó a cabo un estudio para monitorear las percepciones de riesgo, las prácticas de prevención, y la confianza en las fuentes de información en la población argentina.

También, ha realizado investigaciones vinculadas a proyectos internacionales como SALURBAL (Salud Urbana en América Latina), liderado por la Universidad de Drexel (Filadelfia, USA). En este marco, se analizó  la relación entre la presencia de ciertas enfermedades no transmisibles y factores de riesgo (diabetes, hipertensión, obesidad, tabaquismo y consumo excesivo de alcohol) en indicadores sociales a distintos niveles (individual, barrios y ciudades) en Argentina. En general, se observó que a un mejor nivel educativo individual y mejores condiciones sociales de los barrios, menor fue la probabilidad de padecer enfermedades crónicas no transmisibles y sus factores de riesgo.

Por otra parte, con este equipo y en colaboración con la Municipalidad de Córdoba, se identificó una marcada desigualdad en la esperanza de vida a nivel de áreas pequeñas dentro de la ciudad de Córdoba, estrechamente vinculada a las condiciones socioeconómicas de cada zona.

En estudios en el marco de una beca posdoctoral Marie Curie de la Unión Europea junto al “Grupo de Investigación en Desigualdades en Salud, Ecología y condiciones de empleo” (GREDS) de la Universitat Pompeu Fabra (España) y el equipo SALURBAL, Tumas trabajó evaluando cómo el empoderamiento de las mujeres a nivel urbano se relaciona con menor exceso de peso en mujeres de América Latina. También, en este estudio se analizó en qué medida las políticas públicas para prevenir el exceso de peso en los países más afectados de la región tienen en cuenta las múltiples y superpuestas desigualdades.

Cabe destacar, que también se analizó, junto con diferentes equipos, la distribución socio-espacial de la salud de las mujeres —incluyendo indicadores como la autopercepción de la salud y prácticas como el Papanicolaou, la mamografía—, así como indicadores de salud materna e infantil —tales como los controles prenatales, la sífilis congénita y la mortalidad infantil—. En todos estos ejemplos, se evidencia que los indicadores de salud son más desfavorables en personas o territorios con condiciones socioeconómicas más adversas.

"El enfoque transdisciplinario no solo enriquece la investigación, sino que permite diseñar estrategias más efectivas para reducir desigualdades en salud”, concluye Tumas, convencida de que el aporte de las ciencias sociales es indispensable para construir sistemas sanitarios más equitativos y justos.